QUINTA SESIÓN
17/02/2022
Los instrumentistas de viento, al igual que los cantantes, no podemos ver las zonas de nuestro cuerpo en las que nace el sonido. Un violonchelista puede observar cómo el arco que maneja frota las cuerdas y las hace vibrar; un percusionista también puede ver como la baqueta impacta en el timbal y hace vibrar su parche. Nosotros, los saxofonistas, no podemos ver el movimiento de nuestro diafragma, el comportamiento de nuestro tracto vocal, ni el tipo de contacto que tiene nuestra lengua con la boquilla y la caña. Esta circunstancia no nos deja otra opción que la de desarrollar un tercer ojo: la consciencia corporal.
Durante el proceso educativo de los instrumentistas de viento, como es evidente, se suele poner mucha atención a la acción de respirar, pero: ¿qué ocurre con el tracto vocal? La cantidad, velocidad y presión del aire son esenciales para dominar nuestro instrumento, pero necesitan un espacio en el que desarrollarse. En este punto entran en acción las cavidades orales y nasales, la faringe y la laringe, que en su conjunto forman el tracto vocal. Parámetros como el emplazamiento, la posición del paladar o la articulación que conseguimos con la lengua, son responsabilidad de esta parte de nuestro cuerpo, a la que decidimos ponerle atención en esta sesión.
Para comenzar descubriendo los límites de nuestra cavidad bucal, Carles nos propuso un ejercicio para el que necesitamos un globo largo con agua congelada. El contraste térmico hacía posible sentir su contacto en las diferentes partes de nuestra boca, la profundidad a la que se encuentra la pared posterior de la faringe o la posición de la lengua. Para el siguiente ejercicio hinchamos otro globo largo con un poco de agua, intentando conseguir una forma ovalada con el tamaño correcto para meter en la boca, como podéis ver en la siguiente imagen.
Hablamos y cantamos con el globo en la boca para tomar consciencia del espacio de nuestras cavidades, algo en lo que normalmente no ponemos mucha atención a la hora de tocar. Tras estos ejercicios conseguimos tomar un poco más de consciencia sobre el espacio interno de la parte más exterior del tracto vocal. Junto a estas actividades, añadimos la visualización para imaginar la sensación de tocar nuestro instrumento unida a estas nuevas sensaciones.
Trabajar sin instrumento puede ser mucho más efectivo si nuestro objetivo consiste en mejorar la autopercepción corporal, ya que de este modo eliminamos los múltiples estímulos que tenemos a la hora de tocar y nos centramos directamente en un único objetivo.
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